Si partimos de la base de preguntarnos cuál es el propósito de un diseñador gráfico, probablemente haya quien responda que es aquel quien realiza composiciones estéticas muy atractivas. No es que no sea cierto, simplemente no es la respuesta correcta. Realmente la función de un diseñador gráfico es comunicar un mensaje de forma gráfica o visual. Para eso se tienen en cuenta diferentes aspectos que son los que condicionan si esta forma que adquiere el mensaje debe ser más o menos atractiva, moderna o tradicional.
Entre estos factores el más importante es saber en primer lugar el mensaje que hay que transmitir. Muchas veces el propio cliente no lo sabe y hay que averiguar con él qué es lo que necesita comunicar para que su inversión realmente sea rentable.
Otro aspecto considerable es a quién va dirigido ese mensaje, es decir, lo que en el mundo de la publicidad se llama target, cliente objetivo o buyer persona: quién es nuestro prototipo de cliente. No es lo mismo dirigirnos a personas con un nivel cultural alto, de clase alta y posiblemente elitista que a un público de clase media. La forma del mensaje cambia.
Esto lo aprendí de verdad ya trabajando, en mis comienzos profesionales como diseñadora gráfica en el sector editorial. Al diseñar ciertas portadas de libros, que iban dirigidos a un público generalista, me inspiraba en los libros que tanto admiraba del mundo del arte (estudié Bellas Artes), principalmente catálogos contemporáneos, donde la simplicidad y el minimalismo componían mensajes sencillos pero directos y concretos. Nunca salían elegidas estas portadas, hasta que un día, el presidente de la editorial me dijo: Pilar no eres mala diseñadora, lo que no entiendes es que nosotros no hacemos libros para gente como tú, no tienes que diseñar pensando en que lo vas a comprar tú, si no que hacemos libros que se venden en grandes superficies a precios asequibles, y tienen que parecer asequibles solo con verlos, para que el público que va a estos grandes almacenes al menos se interese en cogerlo, echarlo un vistazo y probablemente llevárselo.
Fue una revelación: un diseñador no debe diseñar pensando en que él lo compraría, si no en quién lo va a comprar. Sólo así el diseño podrá ser bueno.
En ese momento ese temible hombre (era el gran jefe), se ganó mi respeto. Hay que tener claro qué vendes, para quién lo vendes y dónde lo vendes. Entonces podrás darle la forma, el diseño adecuado para que realmente lo vea quien lo tiene que ver y comprarlo.
Al final es como las preguntas que debe responder una noticia: qué, dónde, cuándo y cómo. Los diseñadores hacemos 3 preguntas: qué, para quién y dónde va a mostrarse ese mensaje.
Dónde es igual de importante que para quién. Es decir, el soporte, es igual de importante que el target. No es lo mismo realizar una composición para una revista, que para un mupi en la calle. En una revista puedes captar la atención principal con un titular y luego dar más detalles sobre el producto, porque el usuario ha comprado dicha revista para entretenerse leyendo su contenido. En cambio en un mupi en la calle, o una gran valla publicitaria, el mensaje tiene que ser directo y concreto, porque la capacidad de atención del viandante o conductor es muy limitada.
Finalmente concluimos que un buen diseño, es aquel que comunica visualmente un mensaje de forma eficiente, y las tres premisas que lo condicionan es qué, para quién y dónde se va a mostrar ese mensaje. Si es bonito o no, además de que depende del receptor (para gustos los colores), no es clave para que funcione la comunicación, lo mismo incluso porque es “feo”, funciona mejor, solo pensemos en lo bien que le va al Mercadona ;).